... Nocturnos Periféricos (MV 008) MarchVivo...


[... Acerca de mi recente grabación para el sello de la Fundación Juan March, MarchVivo, titulado "Nocturnos Periféricos" MV008 ...]

     La noche, como eje poético de los sueños, es la hora intemporal por excelencia. Símbolo ancestral de lo acrónico, de lo ahistórico, esa fuente de vida a veces casi olvidada. Lo perenne: un secreto, un anhelo, un beso, una lágrima. Lo que a todos nos une. Lo que todos compartimos. Ahora y siempre...

    Este disco de pensamientos crepusculares y músicas delicuescientes es, pues, una invitación al sueño, a los sueños: un viaje a los confines de la noche, “el lugar de las revelaciones” (Offenbarungensegún Novalis. “La noche, que carece de fronteras”, como dijo nuestro querido Cernuda.

    La conciencia, privada por la noche de sus amarras de certeza, da paso a palomas y tigres, azucenas y mordiscos; a nanas, serenatas: el perfume inexpresable de los recuerdos. La confusión nocturna ofrece a nuestras acciones todo tipo de esperanzas y de facilidades mágicas: en la noche, todo es posible. Es frontera entre lo consciente y lo inconsciente; es el rincón de esperanza de los afligidos, donde los contornos se difuminan para dar lugar a fantasías y confesiones. También a veces a monstruos.

    Por todo esto, la música es, muchas veces, naturalmente nocturna: en la noche la música se siente libre. Hay una constante preferencia de ella por este momento privilegiado, un momento de caos casi primordial o silencio ancestral, en el que todo se transforma en indistinción y elegía, en canto y súplica, en anhelos secretos y temblorosas declaraciones, en viajes alados y efluvios sensuales, en llantos y ternuras.

    En la serenidad contemplativa de la noche resuenan todo tipo de reminiscencias afectivas, todo tipo de ecos de nuestras juventudes. La noche nos retorna a la infancia, nuestra única y verdadera patria. En el proceso musical-nocturno ocurre entonces la mágica licuefacción del ritmo, entre la bruma de los sueños, donde el canto, el Melos, se despliega en tenue y a veces arrebatadora continuidad, como la de las góndolas, o la de las barcarolas, o la de los brazos que alivian, cuidan, acarician y mecen a un niño. Es en la noche donde mecemos nuestros dolores para que duerman. Y es también en la noche, donde los amantes se encuentran a veces furtivamente...

    Todos los compositores de este disco conocían los infinitos secretos de la noche y he aquí, por tanto, un florilegio de sus musicales nocturnos, sus devaneos líricos en el momento de la oscuridad, la noche oscura del alma.

    Todos habitan en los márgenes del río que es el gran repertorio canónico de nuestros rapsodas hoy mal llamados “intérpretes”.

    Y estos son algunos de sus nocturnos más secretos, más escondidos, más íntimos, con menos presencia en la vida de nuestros pregoneros musicales itinerantes. Los olvidados bastardos, los patitos feos, las canciones de cuentacuentos ignorados...

    Querido oyente, en esta pequeña bitácora de recuerdos musicales de la noche, hallaréis quizás y así lo deseo vuestros propios anhelos y secretos y contemplaciones y revelaciones: la poetización de un último y triste adiós en Martucci; el misterio de la remota y solitaria naturaleza en Vladigerov; los legendarios cuentos de hadas en Griffes; la nostalgia y ternura inextinguibles en Respighi; las tragedias desgarradoras y dramas pasionales de Fauré; al igual que sus dulces y herácliteos devenires, llenos de una elegancia lírica envuelta en las armonías y colores del ocaso; la profundidad y solemne quietud litúrgica de Enescu; la confesión personal de Hersch; la casi profética visión de Barber...

    Aquí, en estas músicas nocturnas, la noche deja de ser sólo el ámbito del miedo, del peligro, de la desesperanza. Es también aquí el ámbito de nuestras verdades más recónditas, las que olvidamos en la abigarrada algarabía de la prosa de la vida. Es el momento poético por excelencia.

    Y aquí no están sus inventores, sus padres Chopin, Field , sino sus hijos. Y en ellos, como sabemos, está el futuro... Nuestras auroras futuras y furtivos nocturnos...

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