... Intermezzi/Divertimenti ...
I
Allegretto
[con lacra y categoría]
Era crítico adusto a un periódico unido,
con verbo afilado, en celo por batalla,
mas la música nunca su corazón caballa -
sus dardos desatinos de inquina son nacidos.
Con entusiasmo fúnebre y desdén encendido,
por los campos del arte su mirada apuñala,
en busca de tonos que su ira batalla
y a músicos dejar su valor malherido.
Mas, bajo su pluma, no hay sabiduría,
solo un eco amargado de una vieja envidia,
que en silencio a orquestas y cantores hiere.
¡Ay, si la Música hablara con su voz divina,
diría a este escriba con dulce armonía:
"Deja el filo acerbo, tu pluma al amor adhiere!"
II
Andantino
[a Ramón Tébar, músico genial y querido amigo]
Alce, justo, su pluma cual espada en duelo,
mas, sabed que la danza no se acalla por ruido;
la música es sangre y el arte es el cielo
y en las notas más puras el alma encuentra abrigo.
Se desvanecen sombras y la verdad más clara
resplandece, y veo, en tu tintero el ocaso;
no tiembla mi semblante, mi voz no se repara,
tu imperio ha fenecido como estrella en el espacio.
Desvanece el eco de tus dichos cual viento,
pues el arte, gallardo, no precisa de cetros:
la música, en su danza, no teme a tu aliento.
Tiempo de armonías - ya tu reinado es muerto.
El arte florece, en él no hay sufrimiento;
tu adiós se escribe con el trino del viento.
III
Con moto
[el pianistazo, con fuego estebaniano]
Palestra lírica - se alza el caballero,
con pluma por espada y veneno en el aliento.
Justo es nombre con que honra su tintero,
pero justicia en sus letras hallas como al viento.
Ese bullicio agudo que a los oídos perfora,
quebrando acordes puros con crítica inclemente,
enfanga la alabanza con el barro de la zorra,
¡Ay bufón, despojando con saña lo inocente!
Tal Quijote airado contra molinos viejos,
arremetes, ¡oh insigne custodio de lo hueco!
¡Valiente Don de Tintas contra críos y viejos!
Mas he aquí, que nadie tiembla ante tu pluma cargada,
que la música vuela más alto que tu brega
y el arte se regocija de tu cínica airada.
En la quietud del alma que percibe,
los ecos de la Música se alzan,
donde uno de ira las alas corta y talza,
con pluma oscura que rencor no reprime.
Tal Apolo en su lira, quisiera ser distinguido,
mas se enreda en su sombra, cortesano del viento,
sin ver que el arte es río, caudaloso y sustento,
y no el charco turbado de un juicio malvenido.
Oh tierno jilguero que en las ramas te meces,
no permitas que el aire del desdén azote,
que en la serenidad, tu canto más crece.
Que el cielo sea testigo de tu dulce armonía
y la pluma envenenada se pierda en el olvido,
mientras que el alma en la música halla su valía.
Con saña en la mirada, pluma afilada,
Se erige cual bufón en corte de virtuosos,
Tirando sus dardos, obscenos y furiosos,
Que, oh cruel paradoja, no hieren ya nada.
Entre sones y acordes, al arte se encomienda,
mas su grito en el coro, cual triste cacareo,
es ya sólo el murmullo de un viejo cencerreo,
cuyo tañido ignora la plebe y se ofende.
¡Oh figura grotesca, que su sombra dilata!
Tu vitriolo en copas de cristal refinado,
no es más que el amargo de uvas que no has probado.
¿Quién recuerda las notas de tu pluma dañina?
Cuando el arte se canta con alma desatada
y la música es eterna, mientras tu voz declina.
VI
Grave
[amarillista, ramplón, alla Caballero de la Triste Figura]
Mirón cual rayo que en negrura deslumbra.
En sus pliegues suntuosos de verbo embalsamado,
oculto entre oropeles de un juicio mal hilado,
por el jardín de Euterpe cual áspid se deslumbra.
Sus dardos enhebrados en lenguaje pomposo,
parecen ser las flores que en los campos florecen,
Mas, ¡ay!, que en su interior, espinas se estremecen,
¡Cuán desdichado amante de su propio alborozo!
De las notas divinas no comprende el misterio
y en su maraña léxica se pierde cual perdido,
sin lograr atrapar el arte verdadero.
Y la música sigue, como el río en su cauce,
y aquel que quiso ser el juez más temido,
es sólo un eco lejano, un murmullo en el aire.
VII
Presto con fuoco
[incadescente, como un Coloso]
Allá, en noble tierra de azules morando,
donde un audaz su pluma blande feroz,
se ve a sí mismo como un hidalgo egregio y veloz,
mas el mundo le mira, y de risa va estallando.
Como Don Quijote contra gigantes cargando,
así se ve él mismo, arremetiendo veloz,
mas los gigantes son molinos, y él sólo una voz,
que en el viento se pierde y sigue resonando.
"No me importa su ira - canto mi canción,
Como el noble caballero su escudo y lanza alza",
dice el músico sabio con serena pasión.
Porque el arte es eterno y los juicios son vanos
y al final del camino, la auténtica emoción,
es la pura música que el corazón da en abrazos.
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