... Intermezzi/Divertimenti ...

 




Overtura


Allegro maestoso
[con silla incluida]


En días de gloria, era “Coloso", alabado,
en el arte, un “titán”, “sin par en su destreza”.
Sus notas, cual “caricias” de la naturaleza,
eran “cantos de Apolo” en el marfil encarnados.


Mas ¿qué viento ha cambiado, qué sombra ha caído,
que torna al "Coloso" en blanco de desdén?
¿Es acaso el arte, que cambia también,
o es la pluma, que en su tinta ha decidido?


De héroe a villano, en suspiro perdido,
el arte, una vez edén,
ahora laberinto, manierista vaivén,
por pluma que escribe con rencor encendido.


De frustraciones sombra, oculta en su ser, 
que envidia el arte que no pudo tener 
y en su pluma ya veneno empieza a verter.


En cada palabra, puñal se deja ver,
y el arte, que brilla, comienza a padecer,
bajo ira de quien quiere deshacer. 


¿Ha perdido el arte su pura esencia,
o acaso el juicioso a su alma condena?
Un cantor frustrado, que dolor encierra,
un escritor errante, sin hallar su estrella.


Cambia la lira por pluma con vehemencia,
sus complejos en cada línea se encomiendan,
a derribar aquel que en el arte se enmienda,
por no rendir tributo a su vanagloria y presencia.


Sus dichos, espejos de un alma en sequía,
de un corazón que el arte no acogió,
ahora en otros despliega su porfía.


Aquel "Coloso", antaño en glorias bañado,
se encuentra ahora en penumbras envuelto,
por un mirar, en su arte, desencantado...




I


Allegretto

[con lacra y categoría]


Era crítico adusto a un periódico unido,

con verbo afilado, en celo por batalla, 

mas la música nunca su corazón caballa - 

sus dardos desatinos de inquina son nacidos.


Con entusiasmo fúnebre y desdén encendido,

por los campos del arte su mirada apuñala,

en busca de tonos que su ira batalla

y a músicos dejar su valor malherido.


Mas, bajo su pluma, no hay sabiduría,

solo un eco amargado de una vieja envidia,

que en silencio a orquestas y cantores hiere.


¡Ay, si la Música hablara con su voz divina,

diría a este escriba con dulce armonía:

"Deja el filo acerbo, tu pluma al amor adhiere!"




II


Andantino

[a Ramón Tébar, músico genial y querido amigo]


Alce, justo, su pluma cual espada en duelo,

mas, sabed que la danza no se acalla por ruido;

la música es sangre y el arte es el cielo 

y en las notas más puras el alma encuentra abrigo.


Se desvanecen sombras y la verdad más clara

resplandece, y veo, en tu tintero el ocaso;

no tiembla mi semblante, mi voz no se repara,

tu imperio ha fenecido como estrella en el espacio.


Desvanece el eco de tus dichos cual viento,

pues el arte, gallardo, no precisa de cetros: 

la música, en su danza, no teme a tu aliento.


Tiempo de armonías - ya tu reinado es muerto. 

El arte florece, en él no hay sufrimiento;

tu adiós se escribe con el trino del viento.




III


Con moto

[el pianistazo, con fuego estebaniano]



Palestra lírica  - se alza el caballero,

con pluma por espada y veneno en el aliento.

Justo es nombre con que honra su tintero,

pero justicia en sus letras hallas como al viento.


Ese bullicio agudo que a los oídos perfora,

quebrando acordes puros con crítica inclemente,

enfanga la alabanza con el barro de la zorra,

¡Ay bufón, despojando con saña lo inocente!


Tal Quijote airado contra molinos viejos,

arremetes, ¡oh insigne custodio de lo hueco!

¡Valiente Don de Tintas contra críos y viejos!


Mas he aquí, que nadie tiembla ante tu pluma cargada,

que la música vuela más alto que tu brega

y el arte se regocija de tu cínica airada.





IV

Con morbidezza
[desfigurando la danza]

En la quietud del alma que percibe,

los ecos de la Música se alzan,

donde uno de ira las alas corta y talza,

con pluma oscura que rencor no reprime.


Tal Apolo en su lira, quisiera ser distinguido,

mas se enreda en su sombra, cortesano del viento,

sin ver que el arte es río, caudaloso y sustento,

y no el charco turbado de un juicio malvenido.


Oh tierno jilguero que en las ramas te meces,

no permitas que el aire del desdén azote,

que en la serenidad, tu canto más crece.


Que el cielo sea testigo de tu dulce armonía

y la pluma envenenada se pierda en el olvido,

mientras que el alma en la música halla su valía.




V

Molto ritmico
[excéntrico, con garbo y donaire]

Con saña en la mirada, pluma afilada,

Se erige cual bufón en corte de virtuosos,

Tirando sus dardos, obscenos y furiosos,

Que, oh cruel paradoja, no hieren ya nada.


Entre sones y acordes, al arte se encomienda,

mas su grito en el coro, cual triste cacareo,

es ya sólo el murmullo de un viejo cencerreo,

cuyo tañido ignora la plebe y se ofende.


¡Oh figura grotesca, que su sombra dilata!

Tu vitriolo en copas de cristal refinado,

no es más que el amargo de uvas que no has probado.


¿Quién recuerda las notas de tu pluma dañina?

Cuando el arte se canta con alma desatada

y la música es eterna, mientras tu voz declina.




VI


Grave

[amarillista, ramplón, alla Caballero de la Triste Figura]



Mirón cual rayo que en negrura deslumbra. 

En sus pliegues suntuosos de verbo embalsamado,

oculto entre oropeles de un juicio mal hilado,

por el jardín de Euterpe cual áspid se deslumbra.


Sus dardos enhebrados en lenguaje pomposo,

parecen ser las flores que en los campos florecen,

Mas, ¡ay!, que en su interior, espinas se estremecen,

¡Cuán desdichado amante de su propio alborozo!


De las notas divinas no comprende el misterio

y en su maraña léxica se pierde cual perdido,

sin lograr atrapar el arte verdadero.


Y la música sigue, como el río en su cauce,

y aquel que quiso ser el juez más temido,

es sólo un eco lejano, un murmullo en el aire.




VII


Presto con fuoco

[incadescente, como un Coloso]


Allá, en noble tierra de azules morando,

donde un audaz su pluma blande feroz,

se ve a sí mismo como un hidalgo egregio y veloz,

mas el mundo le mira, y de risa va estallando.


Como Don Quijote contra gigantes cargando,

así se ve él mismo, arremetiendo veloz,

mas los gigantes son molinos, y él sólo una voz,

que en el viento se pierde y sigue resonando.


"No me importa su ira - canto mi canción,

Como el noble caballero su escudo y lanza alza",

dice el músico sabio con serena pasión.


Porque el arte es eterno y los juicios son vanos

y al final del camino, la auténtica emoción,

es la pura música que el corazón da en abrazos. 





Codetta y Adiós


I

Allegro vivace
[con grandilocuencia]


Yo te cubriré mis notas con vinagre,

para que no las ensucies, Criticón,

zorro de los teatros y salones,

docto en desdén, cual viejo de balcón;

apenas lector, juez desatinado,

que juzgas sin saber la partitura;

burlón de salas, auditorios varios,

y en el arte, un ciego en la penumbra.


Yo te rociaré mis versos con limón,

para que no los manches, Criticastro,

gato de los escenarios y museos,

sabio en burlas, cual bufón en un atrio;


apenas lector, juez de pacotilla,

que opinas sin saber la melodía;

mofador de galerías y conciertos,

y en el arte, topo en plena luz del día.


¿Por qué desairas tú el talento ajeno

siendo solo un papagayo de la crítica,

un reflejo que ni el arte toma en serio?

No des más juicios vanos, por favor;

aunque esto de juzgar te fascina
por no tener del arte ni la esencia ni la piel.




II

Adagio mesto 
[con frenesí y afectación]

Érase un hombre a un juicio pegado,

érase un juicio alambicado,

érase un juicio, sayón y escriba,

érase un criticón de pluma viva.


Érase un reloj de arena invertido,

érase una opinión sin sentido,

érase un cíclope de mirada estrecha,

erase un Criticolio de verbo sin hechura.


Érase el mástil de una falua errante,

érase una torre de Babel, desafiante,

un cónclave de críticas era.

Érase un juicio inmenso, infinito,

muchísimo opinar, verbo tan mordaz

que en la feria del arte era delito.



III

Canzonetta - Finale: scherzo giocoso
[con preciosismo manierista, a un público desertor]

En escenarios difusos, susurros se pierden: 
silueta surge - danza a ritmos ajenos.
"Ave César", eco lejano - 
palabras en viento, en vientos prestados.
Pluma en sombra, traza en arenas 
ya transitadas,
bajo luces foráneas - lo "heterodoxo" 
[insertar risas] se eleva.

Acordes en cifras, la música y el misterio,
juzgados no por esencia, sino por conformidad.
En baile de reflejos, el arte se desvanece.
"Salve César", murmuran ecos,
mientras los tonos ya no están


[Estribillo, con tempo Celibidacheano]

Y se alza la figura, eco de otra,

sus letras danzan 
al son de flautas ajenas.

"Ave César", claman los ecos,

mientras las palabras se despliegan

como banderas en vientos, 
en vientos prestados.

Pluma fiel, a la sombra que lo guía,

traza líneas solo 
cuando la luz de otro sol

ilumina su camino - 
siervo en baile 
de máscaras.

Susurran las voces,

en coros 
de aprobación ensayada,

mientras el enigma,

puro y desafiante,

se desvanece en laberinto 
de complacencia,

donde los romanos lacayos 
y el suave aroma del romero,

en unión perfecta,

tejen una realidad de torpes tinieblas

lejos de la luz...

THE END



Canon a Seis Voces, K. 231/382c, de W. A. Mozart






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