... Mozart, el duelo y la música de cámara ...


    Hacer música con las partituras de Mozart es siempre un reto, pero también una bendición, casi un milagro. Una oportunidad que cualquier músico debe tomarse como algo casi sagrado. Pero sagrado, no en el sentido de todo eso del Werktreue y el Urtext y no sé qué intenciones autoriales y el estilo y la autenticidad y la información histórica. No. Sagrado, por metáfora, o analogía, en el sentido de estar frente algo a la vez inteligible, majestuoso, cautivador, magnético, conmovedor, pero también casi inexplicable. A decir verdad, para cualquier músico, estar en contacto con Mozart es estar en contacto con algo casi perfecto, pero a la vez enigmático; y sin embargo elocuente, lleno de belleza, humor, candor y una escritura de una maestría simplemente insuperable. Es música en estado puro. 


    Hoy, 11 de mayo del 2022, en el día que se cumple el primer aniversario del fallecimiento de mi querida madre, Francisca-Victoria Soto (1949 - 2021), tengo la suerte de tocar un concierto de música de cámara, todo con partituras de Mozart, que le dedico, allá donde quiera que esté, quizás, escuchando: los dos cuartetos para piano y cuerdas y el quinteto para piano y vientos, las tres piezas de Mozart, con miembros de la Filarmónica Paul Constantinescu de Ploiesti, en Rumanía. Esta es, sin duda, alguna de mi música preferida. Música atemporal, de siempre y para siempre. De niño, en Nueva York, recuerdo estudiar el Quinteto para vientos y piano K. 452 con la pianista Ruth Laredo, quien me decía que para tocar esta obra bien, el piano, como un camaleón sigiloso, tenía que deslizarles entre las grietas y escondites del laberinto contrapuntístico mozartiano. "Play in-between the wind sounds, Josu", me decía con una sonrisa pícara y cómplice... Un día hasta creo pasé sus páginas tocando esta obra. Todavía recuerdo su devoción por la música y su increíble legato cantabile al piano...


A veces, en días como hoy, pienso en lo feliz que sería yo pasando mis horas tocando solamente música de cámara. No hay nada que ame tanto hacer, ni nada que se le pueda comparar. Es la auténtica escuela para cualquier músico, el puente y visillo hacia el verdadero y secreto espacio musical: el pequeño ensemble. Mi hogar musical y donde uno aprende todo: cómo escuchar, cómo dialogar, cómo contraponer, cómo unirse, separarse, entrar, salir, participar, ser sólo testigo, liderar, acompañar, subir, bajar, girar, volver, esconderse, mostrarse, sombrear, indicar, discutir, sincerarse, descubrir, mirar, cantar…. Todas las posibles funciones semióticas del signo musical, ejercitadas de manera casi mágica. Me da pena, por eso, el pensar que la tradición de la música de cámara esté un poco en horas bajas, sobre todo en la formación de jóvenes músicos. 


Con cierto pudor, pedí a la Filarmónica Paul Constantinescu de Ploiesti, Rumanía, si un día antes de tocar el Concierto de Ravel juntos, quisieran algunos de sus miembros tocar un concierto de música de cámara conmigo. La razón era sencilla: lo que más hago, desde hace años, por vicisitudes de mi vida musical, es tocar conciertos de solista con orquesta. Mucho más que recitales o conciertos de música de cámara. Y tras esta experiencia, me he dado cuenta de que la verdadera cultura camerística, antes el zócalo sustentante de cualquier orquesta, ahora es menos frecuente. Es algo que me da pena y que me gustaría contribuir a cambiar, aunque sea con un pequeño granito de arena. Así que les pedí algo que ya hice en su día con la Orquesta Sinfónica de Bilbao, con quienes, en la misma semana que tocábamos la Burlesca de Strauss, toqué también los quintetos de Shostakovich y de Schumann. Qué maravilla, después de hacer música de cámara con los miembros de una orquesta, tocar un concierto sinfónico con la huella musical y emotiva todavía vibrando de la experiencia del pequeño ensemble. La orquesta suena entonces siempre distinta: los músicos, yo incluido, rejuvenecidos... La rutina, desterrada. El amor por la música, reavivado... Ojalá más orquestas se apunten a tan noble y bonita iniciativa. 



El quinteto K. 452 para piano e instrumentos de viento, escrito en 1784, a la edad de 28 años, y según Mozart, una de las mejores obras que había compuesto hasta la fecha, es una música de una alegría superlativa, inocente de complicados problemas espirituales, cristalina y luminosa, como el rocío de la mañana o el sabor del agua fresca emanando de un riachuelo en plena naturaleza. Y qué decir de los cuartetos… Salvo el primer tiempo del cuarteto en Sol Menor, que es dramático y lleno de elocuente emocionalidad, el resto de movimientos son verdaderos enigmas de gracia aérea, sencillez, perfección discursiva, ternura, honestidad, canto. Sobre todo canto...


Gracias Mozart. 

Sin ti, la vida sería un sitio desolador...





 

Comentarios

Publicar un comentario

ENTRADAS MÁS LEÍDAS (most read entries)

... Intermezzi/Divertimenti ...

... 223 años de historia: el Concierto para piano y orquesta en España: 1798 - 2021 ...

... Prokofiev, la muerte, lo colosal y lo trágico ...

... in medias res ...

... ¿Qué pasa cuando se juntan txistularis, el can-can parisino, el swing de Harlem y melismas arábigo-andalusís? ...

... Franz Liszt y sus críticos ...

... Esbozos en torno a una idea de lo Rumano o la Rumaneidad en la Música ...

... "metío en faena": la conciencia y el jaleo ...

... "Improvisación y Reproducción" (1921) ...

Entradas más leídas (most read entries)

... Intermezzi/Divertimenti ...

... 223 años de historia: el Concierto para piano y orquesta en España: 1798 - 2021 ...

... Prokofiev, la muerte, lo colosal y lo trágico ...

... in medias res ...

... ¿Qué pasa cuando se juntan txistularis, el can-can parisino, el swing de Harlem y melismas arábigo-andalusís? ...

... Franz Liszt y sus críticos ...

... Esbozos en torno a una idea de lo Rumano o la Rumaneidad en la Música ...

... "metío en faena": la conciencia y el jaleo ...

... "Improvisación y Reproducción" (1921) ...