... "metío en faena": la conciencia y el jaleo ...

                                 


    ... hablando el otro día con un buen amigo, el violinista malagueño Jesús Reina sobre la primera entrada de este cuadernillo de apuntes, titulada ... in medias res ... (ya explicaré lo de los puntos suspensivos a ambos lado en su debido momento), me decía con su habitual gracia que en "andaluz" in medias res sería algo así como "metío en faena"... 

    Me tronchaba de la risa al leer su mensaje, tan típico de su buen humor, arte e ingenio.

    Y la verdad es que, cuanto más lo pienso - eso de faena - más me gusta. Me encanta, porque me recuerda de inmediato a dos cosas, casi como un relámpago o como la famosa magdalena proustiana. Y,  como este cuaderno es una especie de rizoma de asociaciones, pues así mismo lo quiero contar. 

     Lo primero, me recuerda a la tesis de Marino Pérez Álvarez, un psicólogo cuya obra admiro mucho, acerca de lo que él da en llamar la paradoja de la reflexividad. Veremos por qué lo de paradoja luego. La reflexividad sería algo así como la autoconciencia, o simplemente la conciencia (consciousness, en inglés); y su grado excesivo, patológico, sería la hiperrreflexividad, lo que el fenomenólogo Michel Henry llamaba ipseidad. Es decir, la hiperrereflexividad no sería ya un actividad intelectual, como sí lo sería todavía la simple autoconciencia o la reflexión: la del famoso aforismo griego gnóthi seautón, "conócete a tí mismo", inscrito en el pronaos del templo de Apolo en Delfos (en latín se tradujo después como temet nosce o bien nosce te ipsum). 

    No. La hiperreflexividad sería la presencia ya demasiado excesiva de uno para sí mismo, una presencia que de hecho se interpondría entre uno y el mundo. En otras palabras, una autoconciencia de sí mismo como conciencia y además en el mismo acto de ser conciencia, como si involucrase una división, en la cual la conciencia misma estaría dividida precisamente porque se toma a ella misma como su propio objeto, cayendo en un bucle infinito y sin salida, un círculo vicioso... como en el uróboro, ese conocido símbolo que muestra a una serpiente engulléndose su propia cola y formando así un círculo con su cuerpo...

    Es clara, en mi opinión, la tendencia constante a la reflexividad y a la observación de segundo orden que anega nuestra vida moderna, a todas horas, y que lleva a nuestra conciencia a marchar, por así decirlo, siempre un paso por detrás de sí misma; desacompasada diría un músico. El exceso de autoconciencia nos lleva a relacionarnos con el mundo, los demás y nosotros mismos desde una especie de cerca que nos aleja de la espontaneidad, de la inmediatez emocional: en definitiva, de la vida. Esto conlleva una pérdida del significado o de la resonancia afectiva de las cosas. Vamos, sería lo que en román paladino llamamos comerse la cabeza o comerse el tarro, expresiones populares que en realidad dicen mucho: comerse a uno mismo, una especie de autofagia monstruosa y destructiva, como la del uróboro

    Y así, entonces, la paradoja de la que habla Marino Pérez (sigiuendo a grandes del campo como Michel Henry, Louis Sass, Bin Kimura o Govanni Stanghelli) es que si bien la reflexividad supone el más importante de los atributos humanos - la conciencia -, lo que nos hace lúcidos - es la fuente de creatividad más profunda -, lo que nos hace sentirnos como distintos pero parte de un todo; puede ser, sin embargo, también patógena si se da en grado excesivo. 

    Ya en el siglo XVIII Johannes Nikolaus Tetens (1736 - 1807), filósofo, científico, matemático y estadista alemán hablaba, en otro contexto, del "encuentro del alma con ella misma"... La hiperreflexividad, de nuevo - aunque para Tetens no fuera algo negativo. 

    Y bien, ¿qué tendrá que ver todo esto con el metío en faena de mi amigo andaluz? Pues que el mejor antídoto contra ese que es uno de los mayores males de nuestro tiempo, la hiperreflexividad, es exactamente eso: meterse en faena, sin pensar en principios o en finales, en pasados melancólicos o futuros ansiosos; salir de nuestra mente y entrar en el mundo, es decir, engarzarse, imantarse, engancharse, enganchar nuestra subjetividad, nuestra conciencia a "cosas del mundo" y nunca a ella misma como objeto. ¡Y no a una, a muchas! ¡Engarzarse a muchas cosas y faenas! Eso que fuera de la mágica Andalucía llaman, con mucho menos salero, "activación conductual" ...

    Así, hoy he agradecido a mi amigo que con humor me recordara, a través de Schumann y sus comienzos in medias res, de mi blog y del dichoso latinajo, que en la vida hay que morirse con las botas puestas, como decía un gran filósofo español, "haciendo". Aún cuando sea difícil encontrar hoy día ese fluir, ese alejamiento de las marcas (hablaré en otra entrada de la dicotomía marca vs flujo), esa concentración o absorción completa en una actividad o situación en la que se encuentre uno, ese estar inmerso en el mundo, ese comprometerse, entregarse, someterse con pasión a una acción misma... El ego entonces desaparece y el tiempo se suspende... Toda acción, todo movimiento, todo pensamiento surgen entonces inevitablemente de la acción, del movimiento y del pensamiento previos. En sus mejores momentos, así es la música, la máxima de las faenas...

    Ya el gran Aleksandr Griboiédov (1795 - 1829), en su genial comedia "El Mal de la Razón", advertía de todas estas cosas (véase la magnífica traducción del ruso de Oleg Shatrov o también la de Jorge Saura)...

    Bueno, y entonces, pasando a los postres, la otra cosa a la que me recordó lo de meterse en faena, es a un cuadro muy teatral del pintor estadounidense John Singer Sargent (1856 - 1925) titulado "El Jaleo", de 1882. Faena... Jaleo... Están muy cerca. El título se refiere tanto al significado de jaleo, un alboroto, una algarabía llena de pasión, dinamismo y movimiento, como al baile mismo. Es un cuadro verdaderamente impresionante que muestra a una bailarina gitana española actuando con acompañamiento de músicos y que vi por primera vez en mis años de estudiante en Nueva York, en casa de la legendaria soprano Catherine Malfitano, con quien me une una profunda amistad y quien me enseñó tantísimo. Catherine es la esencia misma de la pasión, imaginación y maestría en las artes y espero hablar de ella en otra entrada dedicada a mis mentores y maestros, a quienes debo todo...


    Así que, a meterse en faena; al jaleo: a vivir, hacer y bailar... 







Comentarios

ENTRADAS MÁS LEÍDAS (most read entries)

... Intermezzi/Divertimenti ...

... 223 años de historia: el Concierto para piano y orquesta en España: 1798 - 2021 ...

... Prokofiev, la muerte, lo colosal y lo trágico ...

... in medias res ...

... ¿Qué pasa cuando se juntan txistularis, el can-can parisino, el swing de Harlem y melismas arábigo-andalusís? ...

... Mozart, el duelo y la música de cámara ...

... Franz Liszt y sus críticos ...

... Esbozos en torno a una idea de lo Rumano o la Rumaneidad en la Música ...

... "Improvisación y Reproducción" (1921) ...

Entradas más leídas (most read entries)

... Intermezzi/Divertimenti ...

... 223 años de historia: el Concierto para piano y orquesta en España: 1798 - 2021 ...

... Prokofiev, la muerte, lo colosal y lo trágico ...

... in medias res ...

... ¿Qué pasa cuando se juntan txistularis, el can-can parisino, el swing de Harlem y melismas arábigo-andalusís? ...

... Mozart, el duelo y la música de cámara ...

... Franz Liszt y sus críticos ...

... Esbozos en torno a una idea de lo Rumano o la Rumaneidad en la Música ...

... "Improvisación y Reproducción" (1921) ...